La Música en las demás Artes: Christine Nilson, gitana con mandolina. Jean Baptiste Camille Corot (1874)

Nuestro segundo artículo sobre obras artísticas donde intervenga  de alguna u otra forma la Música, quiere hablar de un cuadro de Jean Baptiste Camille Corot, titulado: Christine Nilson. Gitana con mandolina. (1874) Óleo sobre lienzo, 80x57cm que se encuentra en el Museo de Sâo Paulo (Brasil)

Aunque fue un artista educado en las formas clasicistas, Corot derivó rápidamente hacia una orientación relacionada netamente con el estilo impresionista, como lo manifiesta este cuadro que presentamos en nuestro artículo de hoy; una obra caracterizada por la subsistencia de una pasión romántica, siempre atemperada por el estudio del natural. El pintor otorga un extremo cuidado al elemento de la luz,  componente que emplea para dar pinceladas de un gran fruto expresivo a obras como la señalada, en la que coexiste un particular estremecimiento poético. Por estos motivos, Corot influyó fácilmente y prácticamente en todos los paisajistas de su época.

Christine Nilson. Gitana con mandolina, tal vez sea una de los modelos de género que principalmente sintetiza las exploraciones de Corot y que revela cómo  consigue convertirse en un modelo de fantasía en el instante en que al artista dejan de importarle las reseñas con tintes folclóricos o etnológicos, y concentra su creatividad en la forma de un bordado o la textura de un paño, así,  el derroche técnico y el imperio sobre las formas y su emulación pictórica se convierte en el fin último.

Pero el verdadero ingenio de Corot reside en que logró plasmar a un tiempo una representación de inquietudes y distintos períodos de ánimo -o por mejor decir, su recuerdo o insinuación- a búsquedas meramente metodológicas y plásticas; es verdad que, la belleza de las mujeres que posaban para él, o la singularidad de sus vestimentas, e incluso el erotismo de sus posturas, favorecen ciertamente una efectiva plasmación de lo que podríamos denominar, ensueño. Al concebir así su propio género pictórico, iba a darse a conocer un modelo de fantasía introduciendo en el unas emociones y una lírica oculta para quien sabe descubrirla, repleta de un asombrosa delicadeza. Con pintar las emociones se trataba de expresar, pongo por caso, el ser capaz de plasmar a una dama abstraída insinuando el ardor de sus evocaciones, o representar su ensimismamiento, o retener en la imagen su nostalgia, admitiendo incluso la brevedad de una turbación efímera o una pasión insondable; al desistir de la ficción o la fábula, el arte de Corot se convertía,  desde 1860, en un ente abstracto -en lo que el término abstracto tiene de literal-, o sea, el fin de la creación puesto en un único componente fielmente arrancado de la realidad.

La mandolina que sujeta la modelo insinúa la configuración predominante de una mandolina napolitana, intuyéndose las cuatro cuerdas dobles afinadas como el violín (sol-re-la-mi). No obstante, Corot comete un error instrumental, no se advierte en la posición de la mano derecha de la modelo ni entre sus dedos,  la púa o plectro con que las cuerdas de la mandolina se pulsan usualmente, aunque es verdad que también pueden usarse los dedos, pero no es lo habitual. La caja de resonancia se advierte  cóncava o abombada en forma de pera, siendo la boca por lo general ovalada; la tapa suele estar dividida en dos placas formando un ángulo obtuso. Aunque esta imagen también podría estar haciendo referencia a los bandolines brasileños con la boca redonda y su sonido parecido al de la bandurria.

Y ahora, con la visión de este cuadro, os invitamos a escuchar AQUI  el Adagio para mandolina y clavicémbalo en Mi bemol mayor, WoO 43b, compuesto en 1796 por Ludwig van Beethoven, y escrito para la condesa Joséphine de Clary.